lunes, 2 de mayo de 2011
The Beatles, en mi Cavern Club
Hoy me he llevado una grata sorpresa, unos buenos amigos me han regalado unas figuritas de The Beatles que me han hecho mucha ilusión. Y cuando iba a casa pensaba en dónde colocarlos... así que buscando hueco he visto que en la librería del salón van a estar muy bien. Como podéis ver, hasta les he puesto el Sargent Pepper abierto con la foto que viene dentro, para darle más color... Color, color, color... no sé ve otra cosa en los sesenta, sobre todo en los últimos años. Aún así, aún haciendo canciones llenas de color como Strawberry fields o Lucy in the sky, hicieron otras más agresivas. Los muñequitos me han recordado Revolution Para los que decían que eran unos ñoños, creo que es una canción que habla de actualidad, de la de hoy, después de cuarenta años. Con cuatro frases, lo que debe llevar cualquier canción para llegar. No le pongas más, que sobra.
miércoles, 27 de abril de 2011
Camino lleno de poesía
"Dijo la alumna ojiplática y suspirando "¡Jo, qué bonito!" y vio el profesor que esa expresión era sincera, luego el poema leído era bueno: día primero."
Así he empezado el día hoy, y así voy a seguir en estos días de clase que quedan en los que me enfrascaré en la literatura, leyendo un poema al comienzo, un fragmento de novela, un cuento...
He querido empezar con un poema de un amigo, de José Manuel Gallardo, porque ayer estuve en un recital suyo y en el díptico de la entrada había una selección del autor. De ahí he tomado un poema que nos habla del camino, de ese que no cesa, ese que, como para el que se deja sorprender por las palabras recitadas, es bonito. Y que a mí me gusta, el poema y el camino.
(Para leer a José Manuel Gallardo, podéis seguirlo en el blog Tucumán 846, que está en mi blogopedia)
Así he empezado el día hoy, y así voy a seguir en estos días de clase que quedan en los que me enfrascaré en la literatura, leyendo un poema al comienzo, un fragmento de novela, un cuento...
He querido empezar con un poema de un amigo, de José Manuel Gallardo, porque ayer estuve en un recital suyo y en el díptico de la entrada había una selección del autor. De ahí he tomado un poema que nos habla del camino, de ese que no cesa, ese que, como para el que se deja sorprender por las palabras recitadas, es bonito. Y que a mí me gusta, el poema y el camino.
(Para leer a José Manuel Gallardo, podéis seguirlo en el blog Tucumán 846, que está en mi blogopedia)
lunes, 11 de abril de 2011
Get ready
Hace años que la escuché en una versión de Los Imposibles, en un recopilatorio de la oleada mod española de los 90. Como la melodía me era familiar indagué y me di cuenta de que, efectivamente, en alguna ocasión la había oído. Un tema tan soulero no pasa desapercibido. Los primeros en cantarla fueron los incombustibles Temptations. El último tema que hizo Smokey Robinson para ellos, allá por el 66, pero que no llegó a la altura del célebre My girl.
Eso sí, al principio de la siguiente década un grupo de soul funk llamado Rare Earth la llevó al éxito con una versión que sobrepasa los 20 minutos.
Y hace unos días, gracias a mi amigo Álvaro que me llevó a un almacén de cosas de segunda mano en Yuncos (casi nada) me encontré con ese vinilo del 72 con la versión íntegra, no la de 3 minutos que grabaron para comercializar.
Tremenda, sobre todo esta noche en la que me tengo que preparar (get ready!) para pasar tres días de excursión con alumnos de 14. Hormonas en estado puro.
El soul siempre viene bien para dar fuerzas.
Get ready Rare Earth
Get ready Temptations
I never met a girl who makes me feel the way that you do. (You're alright)
Whenever I'm asked who makes my dreams real, I say that you do. (You're outta sight)
So, fee-fi-fo-fum
Look out baby, 'cause here I come.
And I'm bringing you a love that's true.
So get ready, so get ready.
I'm gonna try to make you love me too.
So get ready, so get ready 'cause here I come.
(Get ready 'cause here I come) I'm on my way.
(Get ready 'cause here I come)
If you wanna play hide and seek with love, let me remind you (It's alright)
But the lovin' you're gonna miss and the time it take to find you (It's outta sight)
So, Fiddley-dee, Fiddley-dum
Look out baby, 'cause here I come.
And I'm bringing you a love that's true.
So get ready, so get ready.
I'm gonna try to make you love me too.
So get ready, so get ready 'cause here I come.
(Get ready 'cause here I come) I'm on my way.
(Get ready 'cause here I come)
(Get ready)
[Instrumental]
If all my friends should want you too, I'll understand it. (Be alright)
I hope I get to you before they do, the way I planned it. (Be outta sight)
So twiddley-dee, twiddley-dum
Look out baby, 'cause here I come.
And I'm bringing you a love that's true.
So get ready, so get ready.
I'm gonna try to make you love me too.
So get ready, so get ready 'cause here I come.
(Get ready 'cause here I come) I'm on my way.
(Get ready 'cause here I come)
(Get ready 'cause here I come-a)
(Get ready)
martes, 5 de abril de 2011
Lefties Soul Connection & Michelle David
Impresionante lo de estos Lefties salidos de Holanda. Qué forma de meterse en el bolsillo al público con su interpretación del funk, teñida en sus temas de toques americanos, desde el soul, al sonido profundo de New Orleans pasando por ciertos toques garajeros que dieron con la fórmula perfecta para pasar un concierto inolvidable más en Fender Club.
Para que vayáis salivando, pincha.
Y para rozar el éxtasis les acompañó Michelle David, con su voz hecha para el Soul, como la de Aretha, y para las baladas blues de Etta. Si no se rompió el vaso de mi gintonic fue de puro milagro, disfrútalo.
Para que vayáis salivando, pincha.
Y para rozar el éxtasis les acompañó Michelle David, con su voz hecha para el Soul, como la de Aretha, y para las baladas blues de Etta. Si no se rompió el vaso de mi gintonic fue de puro milagro, disfrútalo.
domingo, 27 de marzo de 2011
San Egidio
Tranquilos, no voy a cambiar el blog y a transformarlo en una enciclopedia hagiográfica. Aunque sí quiero hoy dar a conocer a unos santos de andar por casa, los de la comunidad San Egidio.
Ayer tuve la gracia de vivir otro momento de comunión con mis chicos del colegio. Fuimos a pasar la tarde con gente de esta comunidad que, en el corazón de Madrid, preparan todos los días bocadillos y sopa para dar a sus amigos, como ellos nos contaron. Amigos que, por desgracia, tienen que mendigar y ,muchos de ellos, dormir entre cartones.
Todos los días salen desde su casa de la calle del Olivar, cerca de Tirso de Molina, y se dirigen a la iglesia del convento de Agustinas Recoletas, precioso templo barroco en la calle Santa Isabel, para rezar unidos a los voluntarios que se ofrecen cada día a servir cenas.
Después los miembros de la comunidad reparten los carros con bocadillos y los termos entre los voluntarios y se dividen en grupos hacia distintas partes de la ciudad. Ayer bajamos un poco hasta la bifurcación de Santa María de la Cabeza y Ronda de Valencia. Allí nos quedamos donde ya había gente esperando por esa caridad diaria. Fue visto y no visto cómo manos nerviosas,manos curtidas, manos sucias, manos incluso de niños, acudían a recoger bocadillos preparados, esta vez, a 30 km. en un aula de bachillerato, con la ilusión de un puñado de jóvenes dispuestos a ofrecer un granito de caridad.
Algunos deboraban allí mismo, otros se retiraban unos metros en la acera, pero todos con miradas de afecto que en ese momento afloran ante la tristeza y el castigo de unos ojos de calle. Frente a ellos, los ojos de los chicos, voluntarios por un día, tímidos, estupefactos en su mayoría. Por más de uno pasó el "¿Y qué le cuento yo ahora a este pobre?". Alguna, la más atrevida, reblandecida quizá por ver a una niña entre todos esos indigentes, dejó aflorar su compasión acercándose a ella. Ese gesto de Dios vivo hizo que los demás fueran cogiendo confianza y se acercaran a hablar, a cruzar aunque fuera un saludo amable.
Y entonces llegó Juan, que se cabreó sin fruncir el ceño porque ya era tarde y se quedó sin bocata. Le observé, pequeño, enjuto, no creo que llegara a los 50 kilos. Nervioso, salía del corrillo con un vaso de colacao, volvía a entrar. Se ponía a murmurar, hasta que, de una pequeña bolsa de papel, sacó una revista de testigos de Jehová, y con un mechero linterna nos mostraba, de forma entrecortada, pasajes apocalípticos (de ahí que le haya puesto Juan). Nos contó que llevaba diez años en paro, que antes había trabajado en la hostelería... pero se le iba la conversación y volvía a su folleto y su linterna y a su todo esto se va a acabar. Mostraba la candidez del que no está cuerdo, la que hace mella en el corazón del otro. Entonces se fue, pensando en llegar más pronto otro día para no perder bocado, y nos quedamos sin pobres, caminando en dirección al tren.
Eché la vista atrás, cuando esperábamos en un paso de cebra. El mismo sitio en el que la esperanza se había posado, en forma de cena, ahora era ocupado por jóvenes dispuestos a reventar la noche por cualquier costado. Otro cambio de personajes dentro del escenario en este teatro de la vida.
Ayer tuve la gracia de vivir otro momento de comunión con mis chicos del colegio. Fuimos a pasar la tarde con gente de esta comunidad que, en el corazón de Madrid, preparan todos los días bocadillos y sopa para dar a sus amigos, como ellos nos contaron. Amigos que, por desgracia, tienen que mendigar y ,muchos de ellos, dormir entre cartones.
Todos los días salen desde su casa de la calle del Olivar, cerca de Tirso de Molina, y se dirigen a la iglesia del convento de Agustinas Recoletas, precioso templo barroco en la calle Santa Isabel, para rezar unidos a los voluntarios que se ofrecen cada día a servir cenas.
Después los miembros de la comunidad reparten los carros con bocadillos y los termos entre los voluntarios y se dividen en grupos hacia distintas partes de la ciudad. Ayer bajamos un poco hasta la bifurcación de Santa María de la Cabeza y Ronda de Valencia. Allí nos quedamos donde ya había gente esperando por esa caridad diaria. Fue visto y no visto cómo manos nerviosas,manos curtidas, manos sucias, manos incluso de niños, acudían a recoger bocadillos preparados, esta vez, a 30 km. en un aula de bachillerato, con la ilusión de un puñado de jóvenes dispuestos a ofrecer un granito de caridad.
Algunos deboraban allí mismo, otros se retiraban unos metros en la acera, pero todos con miradas de afecto que en ese momento afloran ante la tristeza y el castigo de unos ojos de calle. Frente a ellos, los ojos de los chicos, voluntarios por un día, tímidos, estupefactos en su mayoría. Por más de uno pasó el "¿Y qué le cuento yo ahora a este pobre?". Alguna, la más atrevida, reblandecida quizá por ver a una niña entre todos esos indigentes, dejó aflorar su compasión acercándose a ella. Ese gesto de Dios vivo hizo que los demás fueran cogiendo confianza y se acercaran a hablar, a cruzar aunque fuera un saludo amable.
Y entonces llegó Juan, que se cabreó sin fruncir el ceño porque ya era tarde y se quedó sin bocata. Le observé, pequeño, enjuto, no creo que llegara a los 50 kilos. Nervioso, salía del corrillo con un vaso de colacao, volvía a entrar. Se ponía a murmurar, hasta que, de una pequeña bolsa de papel, sacó una revista de testigos de Jehová, y con un mechero linterna nos mostraba, de forma entrecortada, pasajes apocalípticos (de ahí que le haya puesto Juan). Nos contó que llevaba diez años en paro, que antes había trabajado en la hostelería... pero se le iba la conversación y volvía a su folleto y su linterna y a su todo esto se va a acabar. Mostraba la candidez del que no está cuerdo, la que hace mella en el corazón del otro. Entonces se fue, pensando en llegar más pronto otro día para no perder bocado, y nos quedamos sin pobres, caminando en dirección al tren.
Eché la vista atrás, cuando esperábamos en un paso de cebra. El mismo sitio en el que la esperanza se había posado, en forma de cena, ahora era ocupado por jóvenes dispuestos a reventar la noche por cualquier costado. Otro cambio de personajes dentro del escenario en este teatro de la vida.
domingo, 6 de marzo de 2011
A 251 km/h.
A esa velocidad sacó ayer Ivo Karlovic en el partido de dobles de la Davis entre Croacia y Alemania. Imparable, bestial, tremendo... Lo que quieras, Ivo, pero perdisteis el partido ante los teutones. Hay que ahorrar en potencia, Ivo. No vayas tan deprisa... Haz caso a los consejos de Rubalcaba... ¿no? Y date con un cantito en los dientes que no jugaste en España, porque el juez de silla te hubiera quitado la raqueta y te hubiese retirado el carné de tenista profesional...
lunes, 14 de febrero de 2011
An education
El otro día vi una película que se llama "An education". No recuerdo el director, es de hace un par de años. Sí conozco al guionista, el escritor Nick Hornby (Alta fidelidad, Juliet desnuda...)que adaptó unos textos biográficos de una escritora inglesa para dar cuerpo a este largo.
La historia narra el último curso de una adolescente de un barrio periférico en el Londres de 1961 antes de entrar en la universidad. Una historia gris porque Gran Bretaña era gris desde la postguerra hasta los 60, cosa que no ocurre al otro lado del charco, donde películas como American Graffiti, ambientada en el mismo curso, nos dan la idea de una sociedad alegre, más libre y libertina, exportando el "american way of life" que hacía salibar a los europeos.
En Gran Bretaña estaba todo estereotipado. El hijo del mayordomo era... mayordomo, y que no se le ocurriera pensar en otra cosa. Y si en la película el padre de la protagonista era un humilde funcionario que quiere que su hija vaya a Oxford, pues la niña se tiene que dedicar a sacar las notas suficientes para ir allí.
Y claro, se desata la rebeldía, las ganas de libertad y de querer ser lo que uno quiera, no lo que le dicten (si no, la película no tendría gracia y seguiría siendo gris). Cenar después de las seis, ir a un club de jazz, soñar con París...
Un buen ejemplo para que tomen nota los bachilleres que no es que cenen tarde ahora, es que ni cenan en casa, que frecuentan garitos hasta la hora del cierre y que París para ellos está a la vuelta de la esquina y lo tienen cuando quieran. Tienen esa libertad y añoran la universidad, porque tanta libertad les quita tiempo para llegar a sacar la nota deseada.
(Esto me lo tenían que haber explicado a mí hace veinte años, ¿no?)
La historia narra el último curso de una adolescente de un barrio periférico en el Londres de 1961 antes de entrar en la universidad. Una historia gris porque Gran Bretaña era gris desde la postguerra hasta los 60, cosa que no ocurre al otro lado del charco, donde películas como American Graffiti, ambientada en el mismo curso, nos dan la idea de una sociedad alegre, más libre y libertina, exportando el "american way of life" que hacía salibar a los europeos.
En Gran Bretaña estaba todo estereotipado. El hijo del mayordomo era... mayordomo, y que no se le ocurriera pensar en otra cosa. Y si en la película el padre de la protagonista era un humilde funcionario que quiere que su hija vaya a Oxford, pues la niña se tiene que dedicar a sacar las notas suficientes para ir allí.
Y claro, se desata la rebeldía, las ganas de libertad y de querer ser lo que uno quiera, no lo que le dicten (si no, la película no tendría gracia y seguiría siendo gris). Cenar después de las seis, ir a un club de jazz, soñar con París...
Un buen ejemplo para que tomen nota los bachilleres que no es que cenen tarde ahora, es que ni cenan en casa, que frecuentan garitos hasta la hora del cierre y que París para ellos está a la vuelta de la esquina y lo tienen cuando quieran. Tienen esa libertad y añoran la universidad, porque tanta libertad les quita tiempo para llegar a sacar la nota deseada.
(Esto me lo tenían que haber explicado a mí hace veinte años, ¿no?)
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